Las de 2016 fueron las últimas elecciones libres. Ese año ganó Donald Trump por amplia mayoría, y aunque a vosotros que me leéis desde el pasado os pueda parecer un desastre, su presidencia no fue peor de lo que llegó cuatro años después, cuando Jeff Bezos compró el gobierno de los EEUU por la simbólica cifra de un dólar y lo disolvió ipso facto para reemplazarlo con Amazon Plato3. Cuando os disteis cuenta de lo que estaba pasando en Seattle ya era demasiado tarde para intervenir. Estabais distraídos mirando las noticias sobre el desplome de la economía China, la guerra Ruso-alemana y el catastrófico cierre de Google.
La compra del Washington Post solo había sido el principio. Mientras las startups luchaban por el poder espiritual de los Estados Unidos, por retazos de una visión que cambiara el mundo, Amazon se hacía con el poder temporal, el de verdad. En 2019 Amazon ya controlaba el 85% de las ventas al por menor, el 75% del mercado editorial y la práctica totalidad del sistema logístico del país. Seguía sin tener beneficios, pero no importaba: un año después pasó por caja. El 1 de septiembre de 2020, Jeff Bezos apareció en todas las televisiones para anunciar que iba a tomar las riendas del país, lastrado por el mandato destructivo de Trump.
La primera semana las redes sociales se llenaron de comentarios sarcásticos y memes.
Entonces Bezos, que no apreciaba las bromas, apagó el continente durante 48 horas.
Cuando digo apagar me refiero a la clase de apagón divino que Klaatu provoca en Ultimatum a la Tierra: Bezos ordenó a Amazon suspender de inmediato las entregas de todo tipo de mercancía. Medio millón de drones de paquetería entregaron toneladas de panfletos donde se detallaba el plan de Amazon para salvar América, a la vez que los Kindle se activaban para bajar el documento y mantenerlo en pantalla. Al apagar su nube de datos, muchas apps y servicios dejaron de funcionar. Con apps y sitios web caídos, los ciudadanos intentaron llamar por teléfono, solo para descubrir que ya no había función para ello.
Con Google fuera de combate (Trump había enviado tanques a Mountain View en 2016) la única empresa que se opuso a Amazon fue Apple, que con su plataforma independiente y el control de Tesla y el resto de periódicos podía mantener todavía un cuarto del país en pie. Lo que Apple no sabía es que el principio del fin había sido su decisión de bloquear anuncios en el iPhone: la crisis que resultó de aquello condujo al cierre y fragmentación de los medios digitales, lo que fortaleció los canales clásicos, muchos de los cuales ya eran propiedad de Bezos. Apple le había regalado el megáfono.
El 3 de noviembre, día de las elecciones, Bezos ganó por mayoría absoluta. El ejército, privatizado durante el mandato de Trump, juraba lealtad a su nuevo CEO. En lugar de leyes, dijo Bezos en su discurso de nombramiento, el nuevo gobierno emitiría algoritmos para elegir representantes locales, solucionar disputas y sugerir qué estudiar, en qué trabajar y con quién formar pareja. El sistema, llamado Plato3, entró en funcionamiento a las pocas horas de emitir el discurso. China, gobernada por Jack Ma, CEO de Alibaba, anunció el mismo día la puesta en marcha de Confuc10, su proprio software de eGobierno.
Por desgracia no puedo contaros más. Os envío estas palabras desde el año 2047. Estoy en el centro de Detroit, que ha sido convertida en ciudad-almacén. El dron de supervisión volverá en unos minutos, y si me pilla escribiendo en la consola de taquiones de atención al cliente, seré degradado a mozo de tráfico de órganos. Tan solo quiero que sepáis qué pasará y que os preparéis en consecuencia. Y la próxima vez que hagáis clic en “Añadir a la cesta”, por favor, preguntaos qué monstruo estáis alimentando…