Mi infancia está en un servidor de Oklahoma

La última vez que entré en la tienda de manualidades Mesticheria Pedroni fue en 1992. Mi madre solía comprar allí la pintura. Yo aprovechaba la excursión para admirar los cubos de plastilina. Jamás olvidé esa plastilina. Ver que la tienda todavía existe me reconforta, pero no puedo entrar.

Como un hombre que quiere vadear un río a la carrera, me lanzo por calles que creía conocer. Descubro que mis recuerdos son pésimos, los de un niño que miraba la ciudad desde la ventanilla del coche. Recuerdo algún monumento, una fachada, un cartel luminoso. Fragmentos.

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Doblo una esquina y encuentro el instituto al que nunca llegué a ir. Ha cambiado, pero no estoy seguro. Doy vueltas con el ratón. Acerco la imagen con la rueda. Soy un miope que aprieta los ojos para ver mejor. Pero la imagen es borrosa. No conozco esta ciudad. ¿O sí?

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El quiosco de prensa que había al lado de la estación sigue ahí. Un lugar recurrente en mis sueños. ¿Y qué es esto sino un sueño? Me interno en una de las calles del centro y topo con un edificio decrépito. Es exactamente como lo recordaba, una fachada antigua y desgastada.

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La nostalgia me embarga. He vuelto atrás en el tiempo, pero lo que veo es un presente atrapado en una bola de nieve. Recuerdo que quiero volver a casa. Cruzo la ciudad a una velocidad imposible, como si estuviera en Matrix. Al final de la calle 14 luglio 1789 está la casa de mis abuelos.

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Llego al cruce con Traversa XII Agosto, pero Google no me deja ir más allá. Ese cruce solía ser el límite de mis exploraciones. Ahora se ha convertido en una barrera que no puedo atravesar. Por algún motivo, el coche de Street View decidió no seguir por la que parecía una calle privada.

Mis recuerdos están atrapados en un datacenter de Oklahoma. Presiono el botón Send Feedback.

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Es lo más parecido a rezarle a un dios de silicio y metal.