Banderas

Facebook me invita a teñir mi foto con los colores de la bandera francesa. A pesar del afecto que siento por Francia y por mis amigos franceses, no voy a hacerlo, como tampoco lo haría con la bandera italiana si el atentado hubiese acontecido en Roma.

Preferiría izar una bandera que pusiese “soy humano”. La francesa, como la americana o la rusa, ya no representa una causa, sino una amalgama de sentimientos e intereses con los que no puedo identificarme. La nación francesa, para mí, es una incógnita.

Decimos “hoy soy francés” muy a la ligera. Hay gente que lo ha gritado durante décadas y ha sido ignorada o discriminada. Otros lo dicen con orgullo, pero luego se apresuran a callar los que consideran indignos de ser miembros de su país.

El mundo no necesita más divisiones, ni tampoco símbolos antiguos en los que refugiarse para dejar de pensar. Lo que el mundo necesita no lo sé, pero sé que no es una bandera.