Querido diario:
¡Por fin 1982 se acaba! Vaya año de mierda, con perdón.
Para empezar, nací. Yo estaba la mar de cómodo en el vientre de mi madre: conocía el lugar y no me faltaba de nada. Luego, no sé muy bien por qué, fui desahuciado y enviado a una especie de centro de inmigración con otros que no paraban de llorar. No entendía nada. Tenía frío y todo era extraño. Mi madre me veía de vez en cuando para darme de comer, un sistema mucho menos eficiente que el cable del que disponía antes. Un trauma, vaya.
Eso pasó en abril. A partir de ahí, debo decir que el año ha sido un crescendo de dificultades. Todavía tengo problemas para entender qué ocurre a mi alrededor, y no me puedo desplazar. La mayor parte del día lo paso durmiendo y viendo formas coloreadas revolotear sobre mi cabeza. Cuando intento expresar mi frustración solo me salen gritos, lo que obviamente me irrita todavía más. No sabía que existir pudiera ser tan aburrido.
Pero, ay, si solo fuera eso. Además de no poder moverme y de no poder comunicar con mis padres, me meo y cago encima. Antes no tenía que preocuparme, claro. Ahora tengo que estar todo el santo día con un pañal y da gracias que vienen a cambiarlo con cara de asquete. Si pudiera hacer toda esta gestión yo solo sería genial, pero oye, ni eso. Tengo unas manitas que no dan ni para agarrarme la nariz.
Vale que Italia ha ganado el Mundial, pero creo que eso ha sido lo único memorable, en serio. Eso y que, bueno, tengo a dos padres estupendos que me quieren y me cuidan. Pero esto ha sido demasiado duro. Demasiados cambios. Por suerte, solo estoy yo y puedo disfrutar de todos los recursos. Imagínate lo que sería tener un hermano. Dios mío, tiemblo de solo imaginarlo…
En fin, espero que 1983 sea mejor. ¡Feliz año!