The Stanley Parable es el nuevo Zork

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Esa decisión no te convenía. Tendrías que haber seguido las instrucciones del narrador, haber disfrutado de una historia lineal y sin moraleja. Sí, eso es lo que deberías haber hecho. Pero elegiste caminos distintos: esperaste donde no debías, volviste atrás, titubeaste. Y acabaste por descubrir otros mundos, otros finales. En otras palabras: te distrajiste.

La distracción se da en todas las formas de narración. Un lector se distrae imaginando escenas alternativas; un oyente interrumpe al rapsoda con preguntas; un espectador mira hacia otro lado en busca de detalles. En los videojuegos, el jugador se distrae probando otros caminos, parando, desobedeciendo. Las distracciones llevan a veces a descubrir secretos. Otras veces, acortan la historia o la alargan. El resultado es gratificante para quien consume la historia, pero no para quien la crea.

De eso va The Stanley Parable: es un elogio de la distracción, entendida como necesidad de tomar otras vías. En los juegos la distracción siempre ha estado ahí: volver atrás, detenerse, ensañarse con objetos, hablar con personajes por el mero gusto de hablar. Intentos de rascar esa cuarta pared que The Stanley Parable destroza de manera alegre y consciente. Podemos alabarle por la calidad con la que consigue su objetivo, pero no por su originalidad: Zork ya era todo esto.

Pero claro, en 1980 no podías contar con el doblaje de Kevan Brighting.