—Buenos días, ¿qué móvil desea?
—¿Tenéis uno con vigilancia de Francia?
—Se han agotado. Pero tengo uno con doble vigilancia: NSA y China.
—No, lo siento, yo quería que me escuchara un francés. Es como más romántico, ¿sabe?
—Le entiendo perfectamente. Mi mujer tiene uno y no para de intercalar “Je t’aime” y “Encore!” en sus llamadas de trabajo. Es maravilloso.
—Sin duda lo es.
—…
—¿Sabe qué? Deme uno de esos de vigilancia libre, aunque cueste más. Así puedo cambiar de escuchas en cualquier momento.
—Sabia elección. Nunca se sabe cuándo un gobierno va a dejar de escucharte. Que luego, con la permanencia, es un rollo cambiar.