Se ven rocas grandes y quebradas. El borde dentado de la sonda invade el encuadre como el pie de un reportero de guerra. Hay algo que recuerda la barrera de un paso a nivel. Podría ser un tren cargado de sierras circulares que ha descarrilado en medio de Australia.
Pero no, es el planeta Venus.
De todas las fotos que las sondas Venera tomaron de la superficie de Venus, esta es mi favorita. Es también mi favorita de entre todas las que se han tomado de otros planetas. Cuando la vi por primera vez tenía ocho años. Me impresionó tanto que ya no pude olvidarla.
En ninguna foto de otro planeta se respira tanto drama como en esta.
Te está contando una historia. Hay dientes de metal. Hay rocas que podrían ser de aquí, pero no lo son. La luz podría ser la de un atardecer en el campo, pero luego recuerdas que en Venus la temperatura alcanza los quinientos grados y los vientos soplan a quinientos por hora.
Es otro planeta, pero la escena resulta familiar: no hay ninguna diferencia entre esta foto y el recuerdo de una caída. Te puedes caer en Venus como al lado de tu casa. Y esa cercanía impresiona. El fracaso, parece insinuar, es como la gravedad: se da en todo el Universo.