Es un texto superficial, pero con buenas intenciones. A Forges estos arranques de “antes se vivía mejor” y “mira cuántas cosas vergonzosas” se los perdonamos porque, en el fondo, escribe para nosotros, la clase media venida a menos, los que conservamos todavía algo de cultura y nos sentimos acorralados por la barbarie.
Pero no hemos forjado una cultura de la mediocridad de la noche a la mañana, porque tal cosa no existe. Los famosos de la tele no son mediocres: son excelencias en su campo, que es el espectáculo zafio. Los políticos que consiguen arañar recursos públicos se aprovechan con inteligencia de un sistema preexistente (a veces no, y los pillan). Vemos mucha tele porque nos engancha. Y punto. Es lo que hay.
Este país ha sido siempre así. No es cosa de dos días. Lo que ocurre es que ahora el esperpento ha adquirido formas globalizadas. Y a la gente, a la mayoría de la gente, les vale. El circo, a falta de pan, les divierte, y mucho. A los raros solo nos queda hacer ruido o emigrar. O bien hacer ruido, pero mejor. Ruido que capte la atención de la gente a la que no llega el discurso de los académicos. No es imposible.