Quién soy

Quién soy, me preguntas. Deja que te lo explique: yo no soy. O, dicho otro modo, yo soy aquello que no tiene forma. Reflejo, ondeo, fluyo, discurro, me aplano entre las rocas y -a veces- las parto en pedazos, pues aunque parezca lo contrario, no se me puede comprimir ni romper. Divídeme, sécame, absórbeme si quieres; yo seguiré allí.

Soy transparente, con lo que mi pupila brilla ora con un color, ora con otro: depende del fondo sobre el cual me viertas. Y sí, claro que puedes beberme y pensar que te pertenezco, pero ten por seguro que saldré de ti en cualquier momento. Me verás en sangre, sudor y lágrimas, en tu ropa, en el suelo que pisas, en todo lo que vive, mata y hace vivir.

Ahora lluevo: precipito desde lo alto con millones de largos y finísimos dedos tendidos hacia abajo, como queriendo arrodillarme y besar esa tierra de la que provengo. ¿Sientes el repiqueteo sobre tu piel? ¿Y ese largo suspiro que escapa de mis pulmones grises e hinchados, esos que flotan sobre el paisaje como gigantescos calamares? Infelices aquellos que no entienden que mi llanto es de alegría.

Soy yo incluso cuando trueno y desgarro el azul con un látigo de venas lívidas y brillantes. Comprendo que esos estallidos te asusten y empujen a buscar refugio. El timbre eléctrico de mis alaridos no se parece en nada al respiro gentil de las olas sobre la orilla. Pero es que hay tantos, infinitos motivos para gritar y golpear el suelo, para retumbar y caer sobre las montañas, para abofetear acantilados con mis embates, dejando únicamente sal y algas muertas a mi paso.

Así de caprichosa se torna mi alma, que no es otra que la de un desierto líquido. No te fíes, pues, de mi oleaje espumoso, ni de los temporales con los que adorno los días aburridos: el único impulso que me guía es el de llenar todo cuanto de vacío encuentre. Sin embargo, tampoco deduzcas que soy títere de vientos, mareas y corrientes, ya que tan cierto es que me dejo guiar como que yo modifico rumbo y forma de quien aspira a controlarme.

Quizá no me conozcas aún, pero yo sí sé quién eres tú: eres, en buena medida, yo.