Distancia

Es muy difícil que algo me ilusione. De hecho, no se me ocurre nada que ahora mismo desvíe los ojos de mi mente hacia esa pálida, burda imitación de la realidad que llamamos ilusión. No estoy celebrando mi nihilismo – eso equivaldría a negarlo. Tan sólo expongo un hecho: no sueño.

Imagino, sin embargo, y mucho. Pero no le doy a mis deseos y metas una carga solemne, no convierto en mesiánico un evento ansiado y, desde luego, no me detengo a jugar con imposibles. La mía es una cuerda que se estira poco y se rompe a menudo. Me entusiasmo con los momentos presentes, pues el futuro no es más que perfume sobre un cuello lejano.

No puedo compartir la mirada de quien cree en algo. Veo a diario la locura, la decrepitud, la falta de sentido, promesas que arrastran los pies por las aceras y se sostienen gracias al sonido de palabras vacías. La seguridad dogmática y alucinada de los demás me asusta, me distancia.