Alexei Wang Pembastani, también conocido en la industria del séptimo arte como “Pemba”, fue uno de los más infravalorados directores de cine del siglo XX. Nacido en 1911 en un pueblo de Tatarstán que ha preferido mantenerse anónimo, el joven Alexei descubre rápidamente su pasión por el cine, al comprobar que entrar en la Academia de Cine de Kazan le evitaría luchar en la Armada Roja.
De sus 57 películas, sólo una de ellas, “Asdfasfghs”, recibió el plauso de la crítica en el Festival de Cine Bastardo de Bratislava, llevándose la Col de Oro al mejor filme. “Asdfasfghs” es, de hecho, una de las películas más representativas del director, un emocionante viaje por la estepa moldava protagonizado por Skukurnie, un campesino zoofilo que huye del opresivo ambiente de su aldea natal en compañía de la amada gallina Petra.
En las cuatro horas de metraje de la versión breve, Pembastani aprovecha para hacer llegar una sutil crítica al régimen del Transdniester, y son muchos los personajes que atraviesan la narración, ofreciendo un deprimente carrusel de humanidad desintegrada y anómica. Desde Olga, la cantante que no entiende las letras que intepreta, hasta Dobo, el relojero con temblores, se extiende un relato de patetismo inigualable. La dura mirada de Pembastani se plasma en planos de larguísima duración, bokeh, uso abundante del off-sync, etcétera.
Ya muchos años antes, en su primer largometraje, “La _____ de Miroslav” – para muchos la obra iniciadora del anti-realismo, Pembastani utiliza esquemas narrativos personalísimos, exóticos, para hacernos llegar mensajes que – aunque resulten incomprensibles – no se hallan exentos de cierto carisma posmoderno. Miroslav, intepretado por Uzuk Godunov – el que sería durante medio siglo el actor predilecto de Pemba – es aquí un hombre torturado por remordimientos inexplicables, en la perenne búsqueda de la segunda palabra del título, ese sustantivo que se escapa de cualquier posibilidad de conocimiento. Desde la distancia le persigue y observa Andrei, ambiguo agente de la policía secreta, fetichista de las rodillas.
La línea existencial de Pembastani se consolida en 1964, cuando conoce su máximo colaborador, el director de la fotografía Imre Zozzo. El daltonismo y la fotofobia de Zozzo no representaron obstáculo alguno para que éste se convirtiera en un refinado intérprete de la visión Pembastaniana de la vida. El momento de máxima sinergia entre ambos se consigue en el corto “Uuups”, que transcurre completamente a oscuras, con ocasionales ruidos de fondo producidos por la compañía de actores. Algunos críticos, evidentemente irritados por la proximidad de Pembastani a ideas filo-dadaistas, han afirmado que “Uuups” es, en realidad, el fruto de un error, al ponerse en marcha la cámara con el objetivo cubierto mientras el equipo dormía en la caravana.
El ataque constante de la intelligentsia obligará a Pembastani a auto-exiliarse a París, donde tomará contacto con Jacques Lacan, amigo y ocasional guionista de sus películas. Es en Francia que el estilo de Pemba se vuelve más intimista y enigmático. En “Szomorúság”, el director se rebela, protesta, intenta deshacerse de la presión del público y de su popularidad (no olvidemos que a su última première acudieron nada menos que 12 personas). “Szomorúság” rompe con cualquier esquema pre-establecido: se suceden planos en blanco y negro de objetos de la cocina de Pembastani, acompañados por la banda sonora original compuesta por John Cage. Se cuenta que algún crítico, extasiado, tuvo que abandonar su butaca, presa de convulsiones y con espuma saliendo de la boca.
Es a partir de 1976 que Pembastani entra en la que muchos consideran su crisis creativa. Seducido por el cine más comercial, le proponen rodar el sequel de “Dersu Uzala“, película que, tras muchos remordimientos – y a la vista de las facturas impagadas del fumadero de opio – decide dirigir. Más tarde, rueda una versión alternativa de “Solaris“, filmada desde el punto de vista del océano, con fantasmagorías ocasionales que rompen la monotona y fascinante visión turbia de la gelatina. Cierra esta etapa en 1980, con documentales experimentales acerca del sexo entre invertebrados que incluso Ingmar Bergman encontró terriblemente prolijos y aburridos.
A finales de los ochenta, con el glasnost, las obras de Pembastani empiezan a filtrarse y a llegar al público occidental. Las reacciones dispares – algunos consideraron sus películas como instrumentos de tortura del KGB – llevan a Pembastani a encerrarse en un progresivo mutismo, lanzando cócteles molotov a los curiosos desde la ventana de su sótano. El Premio Oscar a la Carrera llegó en 1989. No asistió a la entrega – enviando en su lugar a un cosaco borracho. Su última aparición en público fue en 1991, cuando le invitaron a Venecia para que peleara a puñetazo limpio con Akira Kurosawa. En esa ocasión ya se podían vislumbrar los signos de decrepitud del que fue antaño apodado como “El Camello de Bashkiria”.
Pembastani se apagó en 1994. A su funeral asistió únicamente Petra, la gallina que fue durante años su compañera sentimental.