Cuando se investiga y se publican resultados es muy importante hacerse comprender por los demás miembros de la comunidad científica.
Al principio esto puede parecer no-obvio. Leyendo determinados artículos uno pensaría que más que comunicar el autor se está haciendo una paja mental como la copa de un pino. Sin embargo, la intención es ésa (comunicar), y el vehículo más empleado para ello es el artículo científico (¡sorpresa!).
Una de las mayores virtudes de las publicaciones científicas es que, al seguir un formato más o menos estándar, facilitan la lectura masiva de grandes cúmulos de información – mediante abstracts o resúmenes (que vienen a ser los trailers), palabras clave, secciones ordenadas de forma previsible, etcétera. Uno de los muchos “acuerdos” tiene que ver con el formato de las citas (o trackbacks, je), esto es, la manera de codificar por escrito la referencia a un estudio que se menciona en la publicación. Imaginad qué pasaría si cada científico citara a su manera un estudio: acabaríamos todos leyendo la Playboy y nos dejaríamos de complicaciones.
Ahora bien, existen varios sistemas de codificación o redacción de citas – dependiendo fundamentalmente del área de conocimiento. En algunas ciencias sociales y en filología, si no yerro, se usa el clásico sistema del numerito en superíndice con nota a pie de página (o al final del capítulo): es pelín incómodo. En psicología usamos el estilo APA: no es un tipo de kung-fu, pero se acerca bastante. Una típica cita APA, que en el texto tendría la forma (Rottweiler et al. 1987), en la sección de bibliografía tomaría el siguiente aspecto:
Rottweiler, F. T., & Beauchemin, J. L. (1987). Detroit and Sarnia: Two foes on the brink of destruction. Canadian/American Studies Journal, 54. 66–146.
Primero los autores, luego la fecha de publicación, el título, la revista, el número, las páginas… Escribir bien las citas es todo un arte, y a menudo es fuente de enorme tedio y quebraderos de cabeza (más de una publicación se devuelve por tener las citas mal formateadas). El engorro que supone escribir la bibliografía de un artículo puede ser comparable a la sensación de tener que comer cuatro kilos de lechuga sin aliñar. Al menos para mí. A otros puede resultarle divertido, mas para la inmensa mayoría es una tarea repetitiva, monótona, y en la que es facilísimo meter la pata.
Antaño, cuando Internet lo usaban cuatro gatos y los ordenadores eran menos potentes que una cafetera, los artículos se pedían en papel y atravesaban océanos. A veces, cuando no hay más remedio, se siguen pidiendo reprints en papel (especialmente cuando la revista no ha sido digitalizada hasta el año X, el autor no sabe qué es un PDF o el artículo está publicado en un journal de mala muerte). Tengo entendido que viejos autores – como Bandura – siguen enviando paper-requests por correo tradicional, en pequeños formularios algo más grandes que un sello. Desconozco si están perfumados.
Por suerte Internet existe, funciona, y no consiste únicamente en casinos y furcias: también tiene cosas buenas. La mayoría de revistas están disponibles en un cómodo formato electrónico, y las bases de datos permiten efectuar búsquedas rápidas y precisas en cuestión de segundos. Pero volvamos al tema de las citas: lo que se solía hacer normalmente era escribir una fichita (la típica ficha de archivador) con la referencia del artículo o capítulo de libro de interés, que más tarde se copiaba con paciencia y ardor investigador en el preciado manuscrito (vale, me estoy pasando: no eran manuscritos, sino pieles de oveja).
En la época de la tan cacareada Web 2.0, la gente no iba a quedarse de brazos cruzados. Así que se han creado webs como RefWorks, que es un gestor de referencias web-based muy cómodo (casi cualquier biblioteca universitaria debería tener alguna suscripción oculta a este servicio; si no la tiene, ¡pedidla!). RefWorks hace lo mismo que otros programas como Reference Manager, pero lo hace por Internet, con lo que tenéis vuestra bibliografía siempre a mano (algo tan indispensable como un par de calzoncillos de recambio).
Y hablando de manos, uno pensaría que el asunto consiste en insertar manualmente los datos de la cita en los distintos campos de un formulario. Sí, efectivamente, RefWorks permite hacerlo: pero teclear docenas de títulos y nombres de autores no sólo es alienante, sino que no supone un gran avance con respecto a las fichas perfumadas. Existe una opción mucho mejor, una opción “estrella”, por así decirlo, consistente en usar una combinación de bases de datos, parsing de texto y sistemas como RefWorks. Un ejemplo rápido, por ejemplo, puede verse con EBSCO, una de las mayores bases de datos de este tipo.
Primero se busca el artículo o artículos de interés, usando las típicas técnicas de búsqueda en bases de datos (combinando campos, palabras clave, operadores lógicos, etcétera). Una vez que hemos encontrado algo con lo que saciar nuestra hambre de conocimiento, EBSCO permite añadirlo a una carpeta temporal:
Entrando luego en la carpeta, se nos da la opción de imprimir o guardar las referencias. Si elegimos “Guardar”, además del formato HTML, EBSCO nos da la posibilidad de exportarlo todo en formatos compatibles con programas de gestión bibliográfica, como RefWorks:
Una vez bajado el fichero de texto, pasamos a RefWorks (quién lo diría):
Una vez dentro nos vamos al menú Referencias -> Importar
, elegimos uno de los muchísimos filtros, definimos la base de datos de origen, y la ruta del fichero (además de otras pijaditas como la codificación o la carpeta):
Tras importar el fichero, si todo ha ido bien y no hemos mezclado churras con merinas, RefWorks muestra los resultados:
¿Maravilloso verdad? La cosa no acaba aquí. Supongamos que ahora queremos volcar nuestras referencias favoritas en el apartado de bibliografía de un documento cualquiera (un potencial artículo, por ejemplo). Pues bien, dándole al menú Bibliografía
, aparece un formulario en el que podemos definir el formato de salida de las citas (en este caso el de la APA, 5ª Edición), el tipo de archivo, y otros detalles menores:
Un click más y RefWorks escupe un precioso fichero con referencias perfectas, impecables, inatacables:
¡Y todo esto sin torcer las muñecas!
Sistemas como el que acabo de ilustrar le ahorran al científico la romántica e inútil tarea de escribir la bibliografía a mano, reduciendo el tiempo de redacción de la misma de unas horas a pocos minutos. ¡Se acabaron las fichas perfumadas y las tardes malgastadas leyendo el manual de estilo! Esto repercute sobre la calidad de vida del científico, señores.
Y eso es todo. Prometo no volver a aburrir mis lectores con temas tan esotéricos…