Os habrá ocurrido en más de una ocasión: estáis a punto de redactar un documento cualquiera, de dibujar o pintar, o de componer una pieza musical. Estáis a punto de crear y no se os ocurre nada. De repente aparece la inspiración, estructurada, maravillosamente original, y os volcáis en el trabajo. Todo parece desarrollarse sin apenas esfuerzo, lo cual es excelente, pero nada os hace pensar que en lugar de estar creando una obra nueva, estáis en realidad sacando recuerdos de vuestra memoria sin ni siquiera saberlo. Si no llegáis a daros cuenta de lo ocurrido, puede que los demás sí lo hagan, y puede que os acusen de plagio, como le ocurrió a George Harrison con la canción My Sweet Lord (hay muchísimos más casos). Es un fenómeno extraño, pero más frecuente de lo que uno se imagina.
El fenómeno en cuestión se llama criptomnesia (literalmente recuerdo oculto).
Fue descrito por vez primera por Carl Gustav Jung, quien lo utilizó en su tesis de doctorado para demostrar que algunos episodios de creatividad – incluida la creatividad supuestamente paranormal – no son más que recuerdos subconscientes de material memorizado mucho tiempo atrás. Por supuesto, la creatividad no puede hacer otra cosa sino partir de material que está disponible: lo que surge del acto creativo es una nueva configuración de elementos que una serie de “jueces” (nosotros mismos y los demás) consideran original y único. El problema de la criptomnesia es que lo que el sujeto cree haber elaborado in primis es una combinación inédita de estímulos, cuando en realidad nos hallamos ante una mezcla regurgitada tal cual es, una idea que es recuperada tal y como fue almacenada en la memoria del sujeto.
Para alguien de cuya habilidad para crear depende el pan cotidiano, la criptomnesia representa un problema molesto, una verdadera mosca cojonera mnemónica: escribe un párrafo aparentemente revelador para descubrir, luego, que lo había leído en un tebeo de la infancia. O elige nombres muy parecidos a otros que ha escuchado en una película que le gusta mucho. Seguramente nuestro vecino Rafa Marín puede contarnos muchos episodios análogos. En el campo musical, el problema es aún mayor: estribillos y melodías protagonizan cada día denuncias por plagio; se dice que con siete notas las posibilidades son limitadas: esto no es cierto. El auténtico problema es el de la criptomnesia (dejando a un lado el copia y pega intencional).
No está claro porqué se produce la criptomnesia. La psicología de la memoria es un campo fascinante pero muy complejo, en el que hay un cúmulo de evidencias que se superponen y se contradicen mutuamente. Se sabe que el olvido sigue normalmente una distribución parecida a la de la curva que aparece arriba (la famosa Curva del Olvido de Ebbinghaus). Ahora no vamos a meternos en la cuestión del olvido propiamente dicho, pero diremos que las teorías que suelen barajarse hablan de “desvanecimiento” de la “huella” de memoria, de fallo en la “consolidación”, de “interferencia” (proactiva o retroactiva) o de fallo en la recuperación del material (mediante “llaves” de recuperación).
Dependiendo de la teoría que elijamos para explicar la criptomnesia, tendremos una explicación u otra. Si optamos por el desvanecimiento de la huella, podríamos pensar que algunas partes de la “obra” que memorizamos han perdido “fuerza” asociativa en el almacén de memoria a largo plazo (que, según descubrimientos recientes, se halla en el córtex cingulado anterior). Si por otro lado pensamos en la teoría de la interferencia, algún dato posterior o anterior compite hasta dificultar una recuperación completa. También puede ocurrir, y quizá esto sea lo más razonable, que la obra que plagiamos sin querer, es decir, el recuerdo criptomnésico, se almacenó sin prestar demasiada atención al autor o al contexto original (pensad en un compositor que escucha un estribillo silbado en la calle, sin preguntarse quién lo creó). O que, al buscar inspiración, se utilicen “llaves” de recuperación demasiado ambiguas o generales, y que la recuperación sea por lo tanto parcial e imperfecta.
No hay soluciones para la criptomnesia, pero se trata, afortunadamente, de una anomalía psicológica poco grave y relativamente abundante. Hay personas, eso sí, que son acusadas de plagio cuando en realidad son víctimas de su propia memoria; la única solución en estos casos es controlar la propia obra para verificar que no se ha llevado cabo copia involuntaria alguna. Supongo, pero esto esa una especulación personal sin verificar, que una criptomnesia se parecerá más a una obra original que un plagio, puesto que no existe consciencia de copia, y que no hay por lo tanto intentos de enmascaramiento. En todo caso, verificar la originalidad es a menudo una tarea casi imposible, y sólo los espectadores atentos pueden juzgar parecidos.
A veces nuestro cerebro nos juega “malas pasadas”, y hace de Rincón del Vago sin querer. Así que mucho ojito con eso 🙂