Faberitius de Ferris
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23421 – Gesellewissenschaft 12 – Viena
El teléfono es signo de decadencia.
Viena, 06 de abril de 2004
Dirijo esta carta a cualquier persona que desee leerla.
Pero especialmente, a quien pudiera proporcionarme un trabajo.
En otras palabras, estoy invocando al director de RRHH.
Querido director, bla bla. Sí, usted.
Me hallaba paseando por la Volksbegehren Strasse cuando, de repente, se me ocurrió una curiosa nouvelle comique que tenía que ver con dos jóvenes enamorados, un pato decapitado y una silla. Desde un punto de vista exquisitamente dadaista, la historia anterior podía prescindir de estructura, pues toda ella era un constructo narrativo moderno en busca de emociones privadas e intensas.
En resumen, pensé que necesitaba un trabajo.
Usted disculpará mi polifacética forma de expresión, y esta vis très decadent que adopto, pero soy el último representante de las corrientes de pensamiento posmoderno de la Escuela de Wurzburgo. Esta pertenencia moral y sociopolítica al grupo/rebaño/manada – Lorenz dixit – me obliga a ser portador de inexplicables fuerzas históricas, imperativos categóricos del estilo de “no puedo llegar a fin de mes”, “la nevera está vacía” o “me van a cortar el suministro de gas”.
Que me muero de hambre, vamos.
El angst vital, la congoja existencial del Dasein, todo ello, digo, conspira contra mí en estos momentos. Siento como el instinto de muerte, Thanatos, arrebata al instinto de vida, Eros, sus posesiones materiales, e incluso su ropa. Mi Ego se halla fuertemente comprimido entre la nalga del Ello y la nalga del SuperEgo, y no sé quién saldrá victorioso. Temo por la persistencia de mi arquetipo. Necesito cuanto antes una confrontación dialéctica con usted. Materialismo dialéctico puro y duro.
Ya sabe, una entrevista de trabajo.
Pues bien, como le iba yo diciendo, deseo emplear mis fuerzas y mis recursos cognitivos en una noble causa – ¡y todo ello en contra de fuertes convicciones nihilistas, fíjese! Convicciones que, por otro lado, no son más que una contradicción en términos, una sórdida impasse conceptual en la que el nihilismo se instala con arraigo en un set confuso y transmodal de sensaciones. Todo esto puede demostrarse observando la notable paradoja del rascamiento de barriga, que supone una acción/no-acción.
Que soy perezoso.
Los servicios que puedo ofrecerle… pero no. No hablemos de servicios. Tal definición está relacionando, en íntima conexión semántica y meta-lingüística, un servidor y un dueño. Esto es inaceptable, en cuanto encarnación de una teoría neo-liberal capitalista, alegre transfusión de vectores socioeconómicos tales como “sueldo”, “seguro”, “bono comida” o el más discutido entre todos, la temible “pausa café”.
Si eso, puedo mecanografiar textos.
Por otro lado, si es que hay un lado al otro lado del lado, mi disponibilidad espacio-temporal depende, en última análisis, de subrogados de actividad microeconómica (“trabajitos para tirar p’alante”). Ergo, prima facie, vis a vis, tendrá usted que esperar, como Sísifo con su roca, a que yo termine de conquistar estas pequeñas parcelas de libertad que ahora me ocupan. Ignorando asimismo cualquier tipo de aserto metafísico, y el principio de incertidumbre, podré tomar conciencia de mis actos en cuanto los cambios estacionales lo permitan.
Es decir, estoy disponible a partir de junio.
Cordialmente suyo – es un decir (cfr. El Capital – Marx),
Faberitius de Ferris