Para escribir un relato al estilo de H.P. Lovecraft se necesitan estos ingredientes:
– El protagonista debe ser un personaje de la middle-class en un viaje turístico (por ejemplo de vacaciones, o siguiendo algún rastro genealógico, o bien investigando alguna herencia que le ha sido legada en circunstancias oscuras), sin demasiados problemas económicos, soltero. El típico “buen ciudadano” de Nueva Inglaterra, que paga sus impuestos y tiene su moralidad puritana, lista para ser destrozada.
– Es necesaria la existencia de algún paraje maldito, apenas señalado en los mapas, antaño sano y ahora mórbido, evitado por todos los viajeros y abundante en leyendas antiguas y sangrientas. El protagonista, inevitablemente, se queda atrapado en él debido a causas meteorológicas, mecánicas, etcétera.
– Los habitantes del lugar tienen algunos rasgos monstruosos y/o cultos incomprensibles y sectarios y/o leyendas misteriosas y/o una actitud recelosa y desconfiada hacia los extraños.
– El protagonista debe relatar los hechos en primera persona, exponiendo conflictos psicológicos y preguntas puramente intelectuales. Abundan las observaciones acerca de lo salubre que es un lugar o lo fea que es una persona. Los protagonistas deben ser inteligentes, moderadamente atléticos y dotados de cierta habilidad social cuando se trata de sonsacar información importante.
– El protagonista se documentará bien en alguna biblioteca universitaria (como la Miskatonic), preguntando a veces a ilustres eruditos, o consultando directamente fuentes documentales tales como: recortes de periódico, anales de los condados, antiquísimos ejemplares de libros prohibidos, guardados bajo llave y cubiertos por el polvo, etcétera.
– Los diarios personales que aparecen en los relatos deben empezar con tranquilidad y concluir de forma brusca y trágica, con gritos, borrones, e invocaciones en extraños idiomas (por ejemplo, “Ph’nglui mglw’nafh Cthulhu R’lyeh wgah’nagl fhtagn!“), como si el autor hubiese sido la víctima de alguna metamorfosis inevitable y horrible. Es un terror gradual.
– Obligatoria la presencia de al menos uno de los “libros prohibidos”, impresos en poquísimos ejemplares e, inexplicablemente, siempre implicados en la narración: Cultes des Goules del Conde d’Erlette, De Vermis Mysteriis de Ludvig Prinn, Unaussprechlichen Kulten de Von Juntz, y el mítico Necromicon, del árabe loco Abdul Alhazred, etcétera. El libro es de dificil acceso y/o lectura, y necesita semanas de traducción, gradualmente terrorífica.
– Por lo menos dos lugareños (uno de los cuales indio), muy metidos en algunos asuntos poco claros, respetados y temidos, y principales sospechosos en crímenes de la zona. Estos mismos lugareños suelen invocar, hacia el final del relato, fuerzas antiguas y primigenias desde el espacio o desde otra dimensión, bien porque no han sido capaces de controlar alguna puerta cósmica sellada, bien porque deseaban que la divinidad pisara el suelo terrestre.
– Elegir uno de los seres monstruosos, antiguas divinidades babilónicas, polinesias o indio-americanas: Cthulhu, Yog-Sothoth, Shub-Niggurath… son enormes e invisibles (o difícilmente visibles), dotadas casi siempre de tentáculos, una cantidad desproporcionada de bulbos oculares y mucha mala leche. Su origen se remonta a los principios del Universo, y su materialización en el planeta Tierra suele durar poco tiempo.
– La criatura será destruida mediante algún artefacto improbable – lanzallamas y botellas de ácido sulfúrico, o mediante la lectura de alguna fórmula en copto o asirio.
– El protagonista rara vez queda incólume: o bien desaparece, o bien enloquece.